lunes, 9 de julio de 2012

Enlace con el boletín de sostenibilidad del Colegio Público Cisneros de Santander
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miércoles, 20 de junio de 2012

Buen viaje por la vida.

Un par de días y se termina otro curso más en la ludoteca del colegio. Parece mentira pero ya hace 12 años que me levanto muy temprano para recibir a los alumnos que, por necesidades familiares, llegan antes de las nueve al recinto escolar.

Hoy ha sido especial. Una de las niñas, a la que he visto diariamente en los últimos nueve años, al entrar, ha dejado su mochila, se ha acercado a mí, y me ha preguntado si le podía hacer un dibujo.

Este año se marcha, y es la primera niña que he tenido desde los tres años hasta ahora, los doce.
Cuando entró por primera vez en la biblioteca y se quedó conmigo lloró, lógico, ella debía medir poco más de un metro, se preguntaría quién era ese gigante que tenía enfrente.

En aquella época, había pocos niños, entre cuatro y ocho al día, abría a las ocho de la mañana y hasta las ocho y media eran dos o tres los que estaban conmigo y casi todos eran de infantil.
Les leía cuentos, ellos me contaban las cosas que les pasaba en el cole, con sus amigos, y todos los días pintaban.
Solía dibujarles un bichito, peludo, con pinta de extraterrestre. Diariamente tenía que repetirlo. 
Otras veces les proponía que hicieran un garabato, sin mirar, en un folio. Después de dar alguna vuelta al papel, de aquellas líneas surgía un dibujo. Era para ellos un momento mágico, para mi también.

El tiempo ha pasado, y la situación es diferente. Ahora abro a las siete y media,  en el aula hay entre 30 y 40 niños/as, muchos son de primaria; les encanta jugar al ajedrez, damas, parchís. Hacen sus deberes, estudian. Se reúnen y hablan de sus cosas. Es más impersonal para mí, pero me gusta ver como se manejan sin la intervención de un adulto.

Así que hoy, cuando me ha pedido primero que la hiciera un dibujo, y después, si me atrevía a sacar algo de un garabato en un papel (resultó ser una nave espacial) se me ha movido algo por dentro que me ha obligado a escribir estas líneas, cargadas de nostalgia.

Momentos como éste son los que hacen que sea tan bonito trabajar en educación.

Espero que le vaya bien en la nueva etapa, estoy convencido de ello. 

A sus padres les digo algo que ya saben, que pueden estar muy orgullosos de ella. Y a ella, que la echaré de menos. 

Buen viaje por la vida. 


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