viernes, 2 de abril de 2010

Semana Santa en Baeza

Viernes Santo en Baeza, no recuerdo de que año pero sí de la hora, son casi las cinco de la madrugada.

En la noche fría las farolas emiten una cálida luz que se refleja en las viejas piedras de los edificios. A mi espalda el Palacio de Jabalquinto, en frente, la Iglesia de Santa Cruz.

Baeza huele a Semana Santa, es una mezcla del olor del incienso con el de la cera de las velas, el carbón de los braseros y el aceite en la almazara.

Se abre la portada oeste de la iglesia y la gente que espera en la plaza se queda en silencio.

Empiezan a salir los hermanos de la Cofradía de la Vera Cruz, la más antigua de Baeza, vestidos con sus hábitos marrones. Suben por la cuesta de San Felipe y, cuando han ganado unos metros, se paran.

Por la portada románica veo aparecer el trono, lo hace muy despacio para no chocar contra la piedra del arco. Han tenido que bajar la imagen de Jesús unos centímetros con un ingenioso artilugio y desmontar parte de la cruz para poder salir.

Veo a mi padre emocionarse al recordar los años en los que el participaba en la procesión. Me cuenta que cuando era niño en las procesiones salían romanos a caballo con sus armaduras y cascos, pero muchas imágenes y pertenencias de las cofradías desaparecieron tras la guerra.

En aquellos tiempos, me dice mi madre, al abuelo Miguel le pagaban unos reales y un pan por sacar a El Paso, una bella imagen articulada de Jesús Nazareno del siglo XVI, y cuando llegaba a casa, el pobre hombre, estaba molido.

Siguiendo el recorrido de Jesús ayudado por el Cirineo va el de la Virgen María de la Aurora y San Juan Evangelista. En la cara de la virgen se aprecia el sufrimiento de la madre por su hijo.

Miro a la gente y contemplo a una mujer a la que se le escapa una lágrima y pienso, no sé por qué, en las madres que perdieron a sus hijos en la guerra. Probablemente es que tengo muy recientes las palabras de mi abuela María, su hermano no regresó a casa, y aunque la guerra parece lejana sigue estando presente en nuestros mayores y marcó la infancia de nuestros padres.

De repente suenan las "espinaqueras" una especie de cornetas que parecen desafinadas, mi padre dice que le están haciendo burla a Jesús. Entonces imaginas a la muchedumbre gritando, insultando al que van ha crucificar por las calles de Jerusalén. No hay duda de que el primer objetivo que tuvieron las procesiones se cumple: mostrar al pueblo la pasión, muerte y resurección de Jesús.

Y se van, recorrerán Baeza unas cinco horas para volver a la Iglesia de Santa Cruz y con una plaza abarrotada de gente entrará, mecida por sus costaleros, para no volver a salir hasta el año que viene.

Espero volver a vivir otra Semana Santa en Baeza y esta vez en compañía de mi mujer y, sobre todo, de mi hija a la que tengo que contar muchas cosas sobre mi pueblo, aunque yo nací en Santander.

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